Así conocemos a Bubbles. Arrastrando su inseparable carro por las calles de Baltimore. Pregonando su mercancía con la alegría y el entusiasmo de cualquier comerciante entre los despojos de la ciudad, miradas vacías de rostros que se acercan curiosos. Embolsándose billetes sucios y arrugados que le darán de comer. O mejor dicho, le proporcionarán su dosis diaria. Pues eso es Bubbles, por encima de todo, ahora que acabamos de conocerlo. Un drogadicto. Uno más. Pero ocurre algo extraño. Mira en todas direcciones, luego se acerca, dubitativo, a un coche. Se inclina ante la ventanilla. Habla. Vuelve a ojear la calle, sigue vacía. Luego se despide de la mujer que se sienta al volante, Kima Creggs (detective de policía, rasgos asiáticos y pose masculina), y sigue su camino. Pero ahora lleva en la mano un nuevo billete. Este está limpio, o al menos eso parece. Pero le servirá para comprar la misma droga.
I wish I could write you a melody so plain that would hold you dear lady from going insane...