Comentadas ya tres de las cuatro series que han vuelto este verano, llega el turno de la más absurda, excesiva, la más inclasificable, la más compleja de defender o incluso de analizar . El placer culpable de muchos. True Blood.
Algunos se preguntan qué hace Alan Ball derrochando su talento en esta serie. A decir verdad, me encuentro entre ellos la mayor parte del tiempo. Sin embargo, entrever de tanto en tanto muestras de su genialidad en alguna escena, en algún momento puntual, para mí bastan para seguir viéndola.
Ni siquiera intentaré defenderla. La mía ha sido una relación de amor y odio con True Blood durante sus primeras tres temporadas, y ahora con la cuarta está ocurriendo lo mismo. Me aburren tanto los amoríos (sobre todo Sookie) como me divierten las situaciones rocambolescas que se van formando con las criaturas que pululan por Bon Temps . Esta serie es así. A veces genial, a veces todo lo contrario.
I wish I could write you a melody so plain that would hold you dear lady from going insane...