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Studio 60, fugaz destello de genialidad

 

El metalenguaje en el mundo de la televisión, esto es, el regodeo de los propios guionistas, productores, actores, directores, en lo fascinantes que son sus vidas, nos ha dado muchos y en ocasiones memorables productos, como la ya decadente 30 Rock, en sus momento poseedora de los mejores guiones de comedia en años.

Y si alguien sabe de metalenguaje, y de lenguaje, y de colocar palabras y metáforas y discursos grandilocuentes en boca de personajes que nos tienen enganchados mientras nos hacen sentir pequeños y aburridos a la vez que envidiamos sus vidas trepidantes y desbordantes de ingenio, es el maestro de los diálogos, Aaron Sorkin. Incluso la situación más anodina puede adquirir una épica digna del mismísimo Nolan si le dejas a este guionista, showrunner, genio, o como se le quiera llamar, poner sus frases en boca de los personajes que hasta entonces dormitaban por la pantalla. Cualquiera que haya visto Moneyball o La Red Social (firma el guión de ambas) sabe de qué hablo.

Para rematar, y ya centrándonos en la serie que nos ocupa, una de las grandes series malditas de la historia (verano, época ideal para ponerse con ellas...), parecía que lo tenía todo. El mundo de la televisión, siempre atrayente para la masa que cree que tras los decorados existe la misma magia que en realidad siempre ha sido cosa del espectador. Un genio al volante. Y Matthew Perry, el inolvidable Chandler de Friends, rodeado de rostros siempre agradecidos como Amanda Peet o actores tan carismáticos y poco reconocidos como Bradley Whitford. Un cóctel que podía salir bien, pero que no pasó de la primera temporada.

¿Los motivos? Varios, y los analizaremos a continuación, pero después de ver sus 22 capítulos en menos de un mes, puedo decir una cosa. Por falta de calidad no la cancelaron, ni muchísimo menos.

 

La serie, para empezar con una pequeña presentación, es una visión totalmente parcial, no nos engañemos, de un programa prácticamente calcado al Saturday Night Live. Es la televisión. Es adentrarnos en las entrañas de la televisión americana, no desde la perspectiva surrealista de 30Rock, sino de la más realista que seguramente pueden y quieren darnos.  

Studio 60 es la lucha semanal contra reloj de un grupo de personas, lideradas por el Productor Ejecutivo (Danny Trip) y el Jefe de Guionistas (Matt Albie) por crear un programa divertido, inteligente, que además de entretener despierte a una población acostumbrada a realities y aborregada como nunca en la historia. Todo ello sazonado con las inevitables historias de amor, pero enriquecido con temas como el racismo, la religión o el patriotismo, con los tabús que coartan la libertad de expresión y el miedo atroz que tienen las cadenas ante la posible pérdida de un patrocinador.


Marca de la casa, los diálogos son sin lugar a dudas el punto fuerte de la serie. Diálogos complejos, llenos de metáforas, de referencias y de dobles sentidos, diálogos sobre temas importantes y temas triviales, ambos mezclados e interrumpidos por otra conversación empezada diez años atrás. Todo esto mientras los personajes caminan sin cesar por las entrañas del antiguo teatro que hospeda el plató de Studio 60. Ver cualquier otro programa después de éste es darse cuenta de que, casi siempre, en la televisión nos tratan como a niños imbéciles.

Sería demasiado fácil decir que la cancelaron por ser demasiado compleja. Por exigir demasiado al espectador. O por no emitirse en HBO. O por no tener como protagonista a un detective, a un médico o a un abogado, como insinúan en este curioso artículo. Y sin embargo, son motivos de peso. Todos ellos y algunos más.

PELIGRO SPOILERS (HABRÁ QUIEN PREFIERA NO VERLA CON PREJUICIOS...)

Por ejemplo, el tema de la religión. Y centrándolo más, el personaje que lastra la serie (in my opinion). Harriet Hayes. Si algo tengo que echar en cara a Studio 60 (serie a la que siempre recordé con gran cariño) es el haber construído un personaje tan forzado, tan cansino y que incluso llega a empequeñecer el gran actor cómico que es Matthew Perry (la pareja Joey-Chandler, de lo mejor que he visto en televisión). El tira y afloja de ambos durante la temporada llegaba a cotas que hacen comprender por qué mucha gente pudo dejar la serie.

Besaos ya y dejadnos en paz

Esta pareja imposible, capricho personal (seguro) de un Sorkin que quiere rizar el rizo enamorando a dos personajes tan antagónicos como irrealistas, es el punto débil de Studio 60. Una actriz de Hollywood cristiana como Harriet Hayes, y un genio que escribe el programa él solito, son de por sí personajes con los que tenemos complicado empatizar. Si los juntas, ya no hay por donde cogerlo.

Al contrario, la pareja que forman Danny Tripp y Jordan McDeere destila química. Es todo más simple, más natural. Nos caen bien y queremos que la vida les sonría. Bien por ellos.


FIN SPOILERS

Para rematar, un par de detalles.

El primero, los cuatro últimos capítulos, de mismo arco argumental (el secuestro e intento de rescate de un soldado en Afganistan), alcanza cotas de excelencia que justifican toda la serie. Si los dieciocho capítulos anteriores me habían dejado alguna duda de que Sorkin es un genio (que no era el caso), estos me lo disiparon. Esta serie hay que verla.

Y el segundo, un curioso descubrimiento. Simon Helberg. Un actor de una serie que me gustó al principio y que aborrezco a día de hoy. Un tipo al que nunca le había visto nada hasta que le vi imitando a Nicolas Cage. Lo clava.



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