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Mi agosto en series

 

Sí, aunque parezca increíble, además de las horas que llevo invertidas en busca del tiempo perdido, que no son pocas, y las que quedan, además de la playa, del calor insoportable y para rematar de tener que trabajar este agosto, no podía faltar la ración anual de series veraniegas.

Este año la elección ha sido sencilla, y he tirado por tres clásicos de la televisión ya prácticamente en su recta final, más o menos inmediata. Series que quería ver sí o sí, aunque fuera un lunes a las doce de la noche teniendo que madrugar al día siguiente. Hay series así. Curiosamente, las tres encaran su quinta temporada.

Antes de presentarlas, decir que ninguna de las tres me ha decepcionado, todas me han alegrado un mes más árido de lo habitual. Magníficas, más que recomendables pues, para quien todavía las tenga en el cajón.

¿Cuáles serán? Veamos...


 

La primera, Damages, era visita obligada en su quinta y última temporada. El adiós a Patty Hewes y ojo, una de sus mejores entregas, por no hablar de un cliffhanger que me tiene cada capítulo intrigado, son sus mayores bazas. ¿Será el desenlace de esta gran serie tan apotéosico como nos están dejando entrever?

De momento, centrar la temporada en un enfrentamiento directo entre Patty y Ellen era la única decisión correcta, y la están sabiendo aprovechar. Un caso interesante, una especie de Wikileaks, unos secundarios correctos, sin más, están dejando el camino libre para que las dos protagonistas se luzcan. Y cuando le dejas cancha a Glen Close, no queda sino disfrutar.

 

La locura de cada verano. Irregular, absurda, True Blood es el equivalente seriéfilo a la playa y el chiriguito. Sexo, sangre y alguna que otra idea genial. Alan Ball se despide de la serie en esta su quinta temporada, y se nota que está aplicándose en los guiones, mostrándonos por qué creó la serie. La lucha final entre humanos y vampiros está en su apogeo, rodeada como siempre de un grupo variopinto de criaturas que luchan por sobrevivir en un mundo sin el menor sentido. El gran villano de la serie, Russel Eddington, desatado de nuevo. Bill y Eric en unos roles, al fin, interesantes. Esta es la temporada de la trama vampírica, todo lo demás está a su servicio. 

A falta de un capítulo, True Blood es quizá la serie que mejores momentos me está dando este verano. Momentos de disfrute sin segundas lecturas, sin más que la genial locura que tengo delante.

Claro que son momentos puntuales, pues lo mejor del verano, por supuesto, sólo puede ser...

 

Breaking Bad. Su quinta temporada avanza por ese olimpo en el que ya se ha instalado la serie. Personalmente, está por debajo de SFU, The Wire, The Sopranos e incluso Mad Men o In Treatment, pero ser quizá la siguiente de esa lista no es poco. Sus defectos, que los tiene, y de los que ya hablaré cuando acabe su actual temporada, no consiguen ensombrecer sus grandiosos aciertos.

Con su lentitud, con su tranquilidad marca de la casa, las desventuras de Walter White y Jesse Pinkman, su brutal transformación, de ambos, sí, ya son historia de la televisión. Sólo nos queda ver adónde les llevará este camino que nunca tuvo marcha atrás, y que ahora ha llegado a un punto tan álgido como volátil. Por supuesto, le acompañaremos hasta el último minuto sin parpadear. 

Como apunte, todo el protagonismo que le den a dos grandiosos secundarios como son Hank y Mike será bien recibido por mi parte.


En resumidas cuentas, escasos días quedan para el final del mes, para el final del calor, de la playa, de las ciudades abarrotadas de turistas, y en lo que nos afecta a todos los seriéfilos, para el final de estas tres magníficas temporadas, cada una con sus armas, mostrando todo su arsenal. Tres platos tan distintos como suculentos del interminable buffet que nos ofrece últimamente la televisión.

Y lo que nos espera en septiembre...



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