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Mostrando entradas de agosto, 2012

Mi agosto en series

  Sí, aunque parezca increíble, además de las horas que llevo invertidas en busca del tiempo perdido , que no son pocas, y las que quedan, además de la playa, del calor insoportable y para rematar de tener que trabajar este agosto, no podía faltar la ración anual de series veraniegas. Este año la elección ha sido sencilla, y he tirado por tres clásicos de la televisión ya prácticamente en su recta final, más o menos inmediata. Series que quería ver sí o sí, aunque fuera un lunes a las doce de la noche teniendo que madrugar al día siguiente. Hay series así. Curiosamente, las tres encaran su quinta temporada . Antes de presentarlas, decir que ninguna de las tres me ha decepcionado, todas me han alegrado un mes más árido de lo habitual. Magníficas, más que recomendables pues, para quien todavía las tenga en el cajón. ¿Cuáles serán? Veamos...

Por el camino de Swann

Viajes literarios como el que nos ocupa son difíciles de emprender en estos días ajetreados y de lectura rápida y frugal, de párrafos sueltos en blogs aleatorios y ojeadas rápidas a titulares que olvidamos minutos después. La época de Proust quedó atrás hace mucho, y sin embargo, a pesar del bombardeo constante de imágenes, no hay serie o película comparable (no, ni siquiera The Wire o Six Feet Under) al placer que uno experimenta al toparse con la gran literatura. Con esa que se adentra sin miedo en rincones del alma humana en los que sólo ella (y quizá la música) se atreven a adentrarse. Por el camino de Swann es nuestra toma de contacto con ese Proust niño que descubre el mundo asombrado y ligeramente asustado, pero siempre fascinado y ávido de aprender, de descubrir, de empaparse de los estímulos que lo rodean.   Dividido en tres partes claramente diferenciadas , corresponde la primera a la más tierna infancia, al amor desesperado hacia su madre, a la rutina de una

En busca del tiempo perdido

Un largo siglo ha pasado desde el lejano día en que un Marcel Proust enfermizo, hundido tras la muerte de sus padres, encerrado en una habitación con las paredes de corcho, volviera la vista atrás y escribiera las primeras líneas de la que a la postre sería su obra cumbre, y por ende, una de las más colosales de la historia de la literatura. Un largo y tumultuoso siglo nos separa de ese 1913 en que vio la luz la primera parte de En busca del tiempo perdido , un viaje fascinante por la naturaleza humana, por cada recodo del alma, por cada minúscula emoción o sentimiento. Y  a pesar de ese interminable siglo que ya hace años dejamos atrás, en el que tanto ha cambiado el mundo, para bien o para mal, quién puede juzgarlo, aprovechamos el calor estival, avanzamos entre la maleza que cruje bajo nuestro pies, nos deleitamos con el olor de las mil flores que nos rodean, cerramos los ojos y notamos el tacto rugoso del libro que llevamos en las manos, y cuando llegamos al rincón