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Mostrando entradas de 2013

The Newsroom, aspirar a más

Me voy a permitir ser subjetivo en esta reseña. Por qué no. Al fin y al cabo esta serie, y Aaron Sorkin por hacerla, lo merecen con creces. Demasiados golpes han recibido ya. Sí, la primera colaboración del creador de El Ala Oeste de la Casa Blanca, Studio 60 y Sports Night, con la prestigiosa HBO no ha sido el éxito esperado. Sinceramente, tras ver sus primeras dos temporadas, lo entiendo. Y es que The Newsroom no es una serie sobre periodistas. Eso se vendió, pero no lo es. No es un retrato de un noticiario, del complejo entramado que hay detrás. No son grandes o no tan grandes personajes, mejor o peor desarrollados (ya entraremos ahí). No es política. Estrictamente es todo eso, pero en el fondo es mucho más simple. The Newsroom es una idea que se plasma en cada plano, en cada secuencia. Se puede aspirar a más. Debemos aspirar a más. Como periodistas, espectadores. Como personas. Si alguien empieza a ver The Newsroom con la idea de que está a punto de adentrarse en un not

Sodoma y Gomorra

Se ha convertido, por méritos propios, en un refugio seguro al que acudo cada cierto tiempo. Cuando me encuentro perdido en novelas intrascendentes que me hacen olvidar demasiadas cosas que no debería, cuando necesito empaparme para sacar lo mejor de mí mismo. "En busca del tiempo perdido" es un territorio salvaje, tan arduo y fatigoso que la dificultad de su lectura sólo es comparable al beneficio que le reporta a uno como lector, como escritor, como persona .  A estas alturas, cualquiera que se embarque en la cuarta parte de la obra de Proust, "Sodoma y Gomorra", ya sabe lo que le espera, pues lleva un largo trecho a sus espaldas. Prosa deliciosa, minuciosidad extrema en cada descripción, disecciones precisas de los personajes, llegando al alma de los mismos a base de hurgar con cada adjetivo, con cada metáfora.  Proust empieza la novela de forma brusca, como si ya desde la primera página nos quisiera sumergir en el torrente imparable que es su obra (

"Victus", por esto celebramos una derrota

Todavía resuena en mis oídos el estruendo de la última carga. Luego la oscuridad, mientras repito una y otra vez La Palabra. La redención de nuestro antihéroe, al que hemos seguido a través de una cruenta y absurda guerra hasta esta Barcelona sitiada. Hasta este 11 de septiembre de 1714. Con Sant Jordi a la vuelta de la esquina, el movimiento independentista en pleno auge y un referéndum inminente en el horizonte, no se me ocurre mejor momento para la aparición de un libro como éste. Ya hace meses que se publicó, pero el boca a boca me hizo toparme con él hará un par de semanas. Devorarlo es quedarse corto. Y es que Albert Sánchez Piñol ha conseguido algo magnífico. Algo que se puede resumir en una palabra. Épica . Se agradece que alguien nos enseñe que, aunque ahora parezcamos cobardes borregos, alguna vez no lo fuimos. De la mano de Martí Zuriviría, ingeniero formado en Francia por el ingeniero militar Sebatien Bauvan, que se ve involucrado en la que Sánchez Piñol no duda en

Hank Moody, morir como un héroe o vivir en la mediocridad

Todo lo desgasta el tiempo. Los profetas que un día seguimos con los ojos cerrados empiezan a tambalearse, nos hacen dudar. Ellos no han cambiado, su discurso tampoco. Nosotros sí. Seis temporadas después, Hank Moody sigue exactamente igual que el primer día . Lo que nos hizo adorarle, envidiarle, todavía está ahí. Pero sus frases suenan a rancias, suenan a mentira después de todo lo vivido. No puede seguir diciendo lo mismo. Pero lo hace. Y así, el que antes despertaba pasiones, se ha vuelto otro charlatán al que siguen sus cuatro fieles, y poco más. Hank Moody fue un símbolo un día no demasiado lejano . Su carácter, su pose, su naturaleza de triunfador fracasado le elevó a los altares. Todos queríamos ser Hank Moody. Todos queremos, vale. Pero eso ya no es suficiente. Queremos ser lo que un día representó. O creímos que representaba. Seis temporadas después, Hank Moody no es más que un personaje de una serie agradable , para los que todavía sonríen con algunas de sus ocurrenci

"Death of a Client", la grandeza de un guión perfecto

Llevaba ya varios capítulos intuyéndose. Tantos detalles, tanta minuciosidad en las tramas, cuentas pendientes que asoman con una mirada, con un silencio, con una frase que se queda a medias, y que sólo los espectadores fieles comprendemos del todo. Podía haber elegido otro (el anterior mismo), pero lo hago con éste, el número 18 de esta soberbia cuarta temporada de una de las mejores series del momento. The Good Wife ha logrado, in my opinion , su capítulo perfecto . Para los que lo hayáis visto, os invito a deleitaros conmigo con los detalles de una pieza de relojería que se puso en marcha hace ya muchos capítulos. Hay tantos detalles que podría relatar, una a una, las escenas de esta "Muerte de un cliente", con una sonrisa perpetua. Para los que todavía no lo hayáis hecho, y para todos, intentaré explicar por qué este capítulo en concreto me ha obligado a levantar la voz, una vez más, para alabar la que quizá sea la serie más difícil de recomendar. Pero quizá, tam

El mundo de Guermantes

Tras un merecido descanso en la orilla de varios meses, reponiendo fuerzas con volúmenes quizá más voluminosos, pero ligerísimos en comparación, nos levantamos con energías renovadas y sin dudar, valientes, de la mano de un Proust ya desatado, retorciendo y alargando su prosa, dejamos atrás el balneario de Balbec, las muchachas en flor, Andrea, Gilberta, el genial pintor Elstir, todo ello desvaneciéndose como si fuera un sueño. En este tercer volumen de la colosal obra que es "En busca del tiempo perdido", Proust abandona su retiro para entrar a formar parte, tímidamente y casi como espectador, de las reuniones, fiestas y en general, de la vida de la nobleza. Personalmente, el camino ha sido farragoso, demasiado en ocasiones (es sin duda el tomo más duro de los que llevo), pero como siempre hay pequeño oasis, detalles, perlas que nos dan energías para seguir adelante. ¿Qué es el mundo de Guermantes? ¿Qué se encontrará allí un Proust cada vez menos niño (o ya nada

The Good Wife, la buena serie

Hablar de series hoy en día es tan sencillo como superfluo y ventajista, en la mayoría de los casos. Alabar Breaking Bad, Mad Men, Boardwalk Empire o Treme, maravillarnos por las perlas inglesas (ojo al inminente estreno de la segunda de Black Mirror), es el equivalente contemporáneo a los que en el siglo XVIII te decían, tienes que escuchar a ese tipo, sí, ya verás, ese tal Mozart... Para las Grandes series, la cosa es tan sencilla como decir esto. Deja de leer, descarga los primeros cinco capítulos y míralos. Si no te ha enganchado, cosa bastante probable, dale algunos más. Luego vuelves, me das las gracias y me creo que este blog sirve para algo. Pero volviendo al ejemplo de Mozart, no todos los compositores son él. Otros se esfuerzan tanto o más en crear melodías deliciosas que pocas veces llegarán a nuestros oídos, o si llegan, será de pasada y ni por un casual se nos quedará su nombre. Diremos, "esto suena bien", pero pasaremos a otra cosa. La eterna maldic